Hace tiempo conocí a un hombre que siempre había querido tener una colección de arte.
Había heredado una pequeña fortuna y, con ella, el deseo de dejar una huella distinta: no quería otra propiedad ni más acciones, sino algo que hablara de él, que combinara belleza, legado y valor. Así que un día, tras asistir a una exposición, se enamoró de una obra, una obra colorida, vibrante, firmada por un artista emergente del que, según decían, “había que comprar ahora o nunca”.
La adquirió sin pensarlo demasiado por diez mil euros. Era su primera inversión y sentía que había hecho algo grande.
Un año después, llevó la obra a una galería para hacer una valoración profesional y el veredicto fue claro y frío: la pieza no tenía valor de mercado.
El autor había desaparecido del circuito artístico, la obra estaba sobrevalorada y el marco estaba afectando a su conservación.
El mismo día, mientras caminaba desanimado, se detuvo frente al escaparate de una relojería. Dentro, un cartel decía:
“Un reloj no solo mide el tiempo. Habla de quién eres.”
Pensó entonces que, si para comprar un buen reloj consulto a un experto, ¿por qué no lo hizo con una obra de arte?
El arte, como un reloj, puede tener piezas auténticas, otras de imitación, y muchas que solo aparentan lo que no son.
La diferencia está en saber elegir, o mejor aún, en dejarte acompañar por quien sabe elegir por ti.
Comprar arte no debería ser una apuesta.
Como cualquier inversión seria, requiere conocimiento, criterio y experiencia. No basta con enamorarse de una obra o fiarse de lo que “se dice en el circuito”. Cada pieza debe elegirse con un propósito claro: conservar su valor, encajar con tu identidad como coleccionista y formar parte de un legado coherente y duradero.
✔️ Te ayudo a diferenciar arte auténtico de simple decoración.
✔️ Evalúo la trayectoria del artista, la solidez del mercado y el potencial de revalorización.
✔️ Te acompaño en todo el proceso, desde la primera visita a la galería hasta la adquisición.
✔️ Evitas errores que cuestan dinero, tiempo y reputación.
Porque no se trata solo de comprar algo bonito. Se trata de construir una colección con sentido, con alma y con visión.
Déjate guiar por quien conoce el mercado desde dentro.
Transforma cada compra en una decisión inteligente.
La primera vez que me llamaron para pintar un vítor fue, en realidad, para quitarlo. Me encomendaron la tarea de «borrar» el vítor de Franco de la Universidad de Salamanca. Tras esto, he pintado más de 70 vítores en las paredes de la Universidad, vitoreando a todos esos doctores y doctoras que quieren dejar una huella gráfica. Entre mis vítores, destaca con gran importancia el de Santa Teresa de Jesús, que fue homenajeada por la USAL. Aprendo mucho de los que me precedieron. Investigo sobre lo que hay, respeto lo que está hecho, no me invento nada y busco que mis Vítores tengan relación con los que hay alrededor. Por ello, tengo que agradecer el trabajo de los profesores Luis Enrique Rodríguez San Pedro Bezares y Eduardo Azofra, estudiosos de la historia de la Universidad y de los Vítores”.